Ya llego la hora, tengo que irme, no se cuando volveré o lo que es peor, si volveré.
No llores, no sufras, estaré bien, siempre me acordare de vosotros.
¿Te acuerdas del colgante que te regalé? Cuando más me eches de menos, apriétalo junto a tu pecho y me sentirás, sentirás que a pesar de la distancia te sigo amando.
Mira la luna, mira las estrellas, habla con ellas, cuéntales todo lo que día a día te pase, no te sientas idiota, cuéntaselas sin miedo, porque en ese momento yo también estaré mirándolas.
No quiero llorar, no quiero que me veáis mal, no quiero que sintáis el papel de esta última carta señaladas de lágrimas, pero en cada palabra que escribo, mi alma se siente vacía.
Tal vez con el tiempo te enamores de otro, tal vez con el tiempo te olvides de mí y de nuestras noches.
Quisiera en ocasiones no tener sentimientos, así no me costaría la propia vida despedirme de ti, mi vida.
No puedo evitar recordar en cada espacio que dejo entre palabra y palabra tu cara sonriente la primera vez que te vi y dejar de olvidar nuestra primera noche.
Siento no haberme dejado ver en la despedida, tenia miedo al ver tu cara destruida, tenia miedo a arrepentirme de la decisión. Espero que me puedas perdonar.
Ya no me quedan fuerzas para seguir continuando la carta, es la hora de decirte adiós para siempre, de marchar, tal vez este sea nuestro destino, tal vez ya me hayas olvidado.
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