Playa enamoradiza....

domingo, 26 de junio de 2011
En muchas ocasiones las cosas suceden de una forma repentina.


Sin ningún sentido, sin ningún porque.

Estoy caminando por la playa, la gente no deja de mirar, lo siento, no me gusta pasear por una playa así, llena de miles de caras conocidas y llena de gente insensible e inoportuna.

La marea no danza a su voluntad por culpa de ese grupo de niños que no la dejan en paz.

El sol cansado de que la gente lo quiera nada más para aprovechar sus radiaciones para broncear la piel.

La arena, frustrada y dolorida de recibir intensas patadas y caminatas sobre ella.

No me gusta nada. Aún recuerdo como era de solitaria esta playa en invierno.

Me encantaba pasear y sentir el frío en el cuerpo que la estación del año provocaba y más aún el intenso frescor de la brisa marina.

Me encantaba esa playa, pero ahora no.

Odio tener que ir caminando por la orilla e ir esquivando resto de porquerías y desechos que nosotros mismos dejamos.

Odio ver a esos niñatos engreídos que lucen su cuerpo y intentan ligarse a la chica que tiene a su lado.

Odio que mis auriculares no se escuchen como siempre, que tengan que subir de volumen para poder evitar escuchar el ruido procedente de fuera.

Por fin encuentro un sitio más solitario, solo hay un grupo de personas adultas leyendo revistas y escuchando música.

Ese sitio era muy agradable, tranquilo, tan tranquilo que podía escuchar el tic-tac del pasar de las horas, tan tranquilo que me quedaría allí para siempre.

A escasos metros, en el horizonte, algo hipnotizó mi mirada.

Un delfín, quizás perdido, hacía miles de acrobacias o a eso al menos parecía, para quizás atraer mi atención.
Me adentré en el agua a poca altura. Emocionada, empecé a hacer pequeños ruidos y golpes en el agua para atraer su atención.

Desapareció del horizonte para “bailar” a mi alrededor…

Me adentré con él a las profundidades del mar.

No se como, pero no me hacía falta salir a la superficie para poder respirar debajo del agua. Era todo tan extraño y agradable que ni paré en pensar que es lo que pasaba.

Un último rayo de sol me indicaba que ya era hora de acabar con este “juego”.

Salí a la superficie emocionada, eufórica, con ganas de contarle al mundo esa experiencia, pero sería en vano, ¿quién se iba a creer tal cosa?
En mi interior, miles de mariposas volaban por mi estómago, de un momento a otro, y quizás por la magia de Neptuno, me enamoré de aquel bello animal.





*He sido un niño pequeño que, jugando en la playa, encontraba de tarde en tarde un guijarro más fino o una concha más bonita de lo normal. El océano de la verdad se extendía, inexplorado, delante de mi*



1 comentarios:

  1. ònira dijo...:

    Es preciosa la playa en invierno, me encanta pasear sola por la orilla, cantando, sin que nadie pueda oírme...

    Cuídate, socia :)

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